cuando Swann hablaba de cosas serias, cuando empleaba alguna expresión que parecía implicar una opinión sobre algún tema importante, tenía cuidado de aislarla con una entonación especial, maquinal e irónica, como si la pusiera entre comillas, como si no quisiera asumirla y dijera: "'la jerarquía', sabe usted, como dice la gente ridícula". (Pero entonces, si era ridículo decir "jerarquía", ¿por qué lo decía?)
Hasta entonces aquel horror a expresar seriamente su opinión me había parecido algo muy elegante y parisiense, opuesto al dogmatismo provinciano de las hermanas de mi abuela; y sospechaba también que ésa era una de las formas de ingenio del grupo en que vivía Swann, en el cual, por reacción contra el lirismo de las generaciones anteriores, se rehabilitaba al exceso los pequeños hechos precisos, considerados antes vulgares, y se proscribían las "frases".
miércoles, 14 de marzo de 2007
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